CALOR Y SEGURIDAD
Sin duda no podría empezar con otras palabras mi relato. Éstas fueron las dos sensaciones que me dieron el pasado verano la Dra. Jana Valdés y Ariadna, embrióloga del centro de reproducción asistida InVitam, cuando nos sentamos en el despacho aquel 18 de julio para proponerles el método ROPA, una técnica muy encajada a nuestra situación por muchas circunstancias (pareja de chicas que pasó por 2 IAC negativas, 6 trasferencias fallidas, un aborto y cientos de pruebas para lograr que me quedase embarazada).
Ésta fue la mejor decisión tomada, pasar página, cambiar de clínica, profesionales y recibir los óvulos de mi chica, poder gestarlos, ¿precioso, verdad? Y a eso sumarle ver a 2 chicas al otro lado escuchando en silencio nuestra historia, percibir en sus ojos total calor humano y poniéndose en nuestra piel, aunque sea casi imposible. Porque es lo que necesita una pareja al sentarse en esas sillas, calor humano y que te cojan de la mano en este duro camino.
Pasó el verano y con todo preparado comenzamos tratamiento con un ciclo muy bueno. Mi chica, ¡cómo no, no me defraudó! Conseguimos más de 25 ovocitos y de ahí ¡nuestros «frigobebes»!, 7 blastocistos: «¡Preciosos!», nos dijo Ariadna. Para mí eso fue un regalo: ¡7 blastos! Se congelan 5 y el día 3 de noviembre me transfieren mis 2 campeones, siendo una transfer negativa, muy a nuestro pesar y el de ellas. Sentí aquel día que Ariadna sintió lo mismo que nosotras, su corazón se encogió sin poder articular palabras y cuando volvimos el 4 diciembre para comenzar otro ciclo para una nueva transfer, nunca olvidaré sus palabras: «no pararé hasta conseguir vuestro embarazo. Sueño hasta con vosotras».
Y así fue: el día 16 de enero comenzamos otro ciclo que se prolongó hasta una nueva y, quién me lo iba a decir, mi última transferencia, la más bonita, de otros 2 embriones. Todas mis ilusiones de nuevo se centraron en hacer lo imposible en que funcionara pero a mitad de la betaespera yo misma supe que no estaba embarazada, conozco mi cuerpo demasiado por desgracia y presentía que no iba bien: negativo de nuevo, otro más. Nunca nadie, absolutamente nadie se podrá poner en el lugar de nosotras, las jabatas de la maternidad que luchan a contracorriente por lograr el sueño jamás alcanzado con lágrimas incontables sin consuelo de nadie. Solamente una mujer que haya estado en tu propia piel sabe entender ese desconsuelo que se siente al no conseguirlo. Éste fue mi punto y seguido en nuestra historia. Todo el sufrimiento, lágrimas, insomnio y miedos a puñados durante estos años hicieron que tomara una decisión, sin duda la más dura pero certera de mi vida, ceder mi sueño a mi mujer, mi aliada y mi compañera en nuestro viaje de ser madres, ceder simplemente algo tan soñado por mí como era gestar a nuestr@ hij@.
Con los ánimos algo más débiles decidimos quemar nuestro último cartucho en esos 3 embriones que quedaban y hacer una acertada y última transferencia a mi mujer y digo acertada porque de los 2 embriones que quedaron para transferir, por fin conseguimos nuestro ansiado y valioso POSITIVO el 7 de abril. Todavía recuerdo aquellas caras a primera hora de la mañana diciéndonos que habíais soñado con nosotras de nuevo. Con los nervios lógicos de 2 mamás ansiosas por ver a su/sus bebés, la espera de la eco. Cuál fue nuestra sorpresa al ver que estabais ahí los dos latiendo a tope y consiguiendo por fin que nuestras lágrimas fueran de alegría y así vuestras hadas madrinas, Ariadna, Jana, Ana, Mónica, Paz y Cecilia, se sintieran orgullosas de su labor para hacernos feliz y pues también se emocionaran aquel día con nosotras, porque ese momento también fue vuestro.
Aquí queda plasmada nuestra historia para que las «mamis luchadoras» sigan luchando y sepan que existe gente con vocación por este trabajo y brillantes en el trato.
¡Felicidades chicas, vuestro cachito de ilusión va creciendo poco a poco!